El autor en uno de los capítulos del libro expresa una idea que, tal vez, resume la intención de esta obra: “El niño pequeño se acerca al piano y con un dedo comienza a tocar una melodía. ‘¡Ya sé tocar el piano!’, dice el niño. Por ser niño, se le perdona su ‘optimismo’. Si quiere llegar a ser un pianista, tendrá que pasar largos años bajo la guía de un experto maestro. Con la oración nos suele acontecer lo que al niño del piano: por unas cuantas fórmulas que mascullamos, creemos que ya sabemos rezar. La verdad: rezar no es nada fácil. A veces se escucha hablar de la oración como de algo sumamente fácil. Y no es así. Si fuera fácil rezar, abundarían los santos; y este no es un ‘producto’ que se exhiba con frecuencia en nuestras vitrinas. Si fuera fácil rezar, seríamos nosotros los primeros que no nos quejaríamos de que nos ‘cuesta’ tanto mantener un alto nivel de espiritualidad”